Carlos Reyles, maestro de la narrativa uruguaya

· literatura, literatura uruguaya
Autores

Carlos Reyles. (Fuente: http://www.wikimedia.org)

Lector, autor y creador

La novelística sudamericana de principios del siglo XX se prestigió, entre otros nombres memorables, con la obra del uruguayo Carlos Reyles.
Este autor, en algún aspecto, puede ser comparado con el argentino Enrique Larreta (1875-1961) por dos preocupaciones en las que su talento encontró cauce propicio: el hispanismo, el compenetrarse con la historia y el alma de España, por una parte, y el conocimiento y amor por el campo rioplatense.
Larreta tuvo una gran relación con el autor español Miguel de Unamuno (1864-1936), quien perteneciera a la Generación del 98, así llamada porque en 1898 se declaró la Independencia de Cuba, que era la última colonia española en América, recibiendo además en su obra una especial influencia de los autores del Siglo de Oro español.
Carlos Reyles nació en Montevideo el 20 de noviembre de 1868, siendo hijo de un hacen­dado con muchos recursos económicos y de madre andaluza.
Vivió su juventud en el campo, junto al río Negro, heredando una gran fortuna al fallecer su padre.
Viajó por Francia, Inglaterra y España, resolviendo residir una temporada en Sevilla, donde se acercó a la literatura española, profundizando en la obra de sus autores.
Este viaje lo hizo con su esposa, Antonia Hierro, pero en 1906 el matrimonio se separa.
De regreso en Uruguay participa en política además de dedicarse a trabajos relacionados con el agro, buscando innovar en tecnología y efectuando operaciones de compra y venta de estancias, con distinta fortuna cada vez.
Viaja con regularidad a Europa, en especial a Francia.
La buena situación económica por la que pasa le permite dedicarse a la literatura, escribiendo, además de novelas, ensayos y un cuento, Mansilla, dado a conocer en 1893.
Fundó una tertulia político-literaria en el Club Vida Nueva, en 1901.
Los negocios rurales le mostraron que no era apto para ellos, cayendo en una situación económica adversa, que lo llevó en 1927 a la venta de su última propiedad. Había recibido de su padre un extenso latifundio, pero en el final de su vida tenía apenas un pequeño departamento en la capital uruguaya.
La docencia y la política lo recibieron favorablemente. Fue catedráti­co universitario y representó como diplomático a su país en la Exposición de Sevilla de 1929.
El autor y estudioso uruguayo Alvaro Guillot Muñoz se refiere a este gran escritor de la siguiente manera:

“Pequeño de estatura, pálido y magro liviano y musculoso, Carlos Reyles tiene cierto parecido exterior con Amado Nervo y con aquel gonfalonero florentino del siglo XIV. Niccolo Da Uzano, a quien inmortalizara Donato di Betto Bardi, conocido como Donatello, después de la guerra de los Médicis, en un busto policromado, íntegro de vida interior.
El rostro en­juto, el ademán displicente, la mirada tajante como hoja toledana, rasgos de busto romano, la elevación castellana de la ceja derecha, los la­bios apenas hilvanados, su empaque de ave solitaria, tal como lo estampó Zuloaga».

La novela, su forma de expresión

Su novela corta Primitivo, publicada en 1896, muestra un estilo claramente compenetrado con la corriente modernista, que avanzaba en la literatura. El modernismo fue una corriente que tuvo impulso durante dos décadas, aproximadamente entre 1890 y 1910, prosiguiendo después con la fuerza que tomara en este tiempo. Su propuesta era dejar de lado los esquemas de la estética que entonces regía, a lo que se suma la crisis espiritual de fin del siglo XIX.

Beba es su primera novela, que tuvo difusión en 1894, aunque antes había escrito Por la vida, en 1888, que no tuvo la trascendencia que merecía este autor.
En Beba, de estilo naturalista, se describe la vida en las estancias uruguayas, con estilo de folletín, además de presentar opiniones sobre temas como educación, feminismo y cultura política, aplicada a la forma de gobernar la República.
Este trabajo tuvo elogios por parte del crítico Alberto Zum Felde (circa 1890 – 1976).
Las Academias llegaron después, siendo tres novelas cortas que si bien están presentadas como ensayos de arte, muestran la realidad de la sociedad.
La novela cuestionaba la concepción rígida del moralismo social de entonces. La protagonista, una mujer casada, acepta cambiar la estabilidad y el prestigio del matrimonio pasando a una vida como pareja sin papeles, convirtiéndose en la concubina de Tito, un ganadero que lucha para salir adelante con su emprendimiento y proyectos.
Se plantea en esta obra, también, la mejor calidad de vida del emprendedor en comparación con la existencia tradicional y rutinaria, como la que viven el marido de Beba y su familia.
Además se presenta la vida social y política uruguaya, con la presencia de caudillos a los que siguen quienes defienden los valores tradicionales, como el coronel Quiñones.

En 1900 este autor publica La raza de Caín, trabajo que muestra sus ideas opuestas a lo excesivamente intelectual y se caracteriza por la contraposición de modelos de concepción del mundo y de la vida.
Reyles critica al intelectual decadente, modelo de actitud ante el mundo que trascendió aquel principio del siglo XX para ser un personaje universal, al que representa Guzmán y Casio.
Como figura contrapuesta presenta al hombre emprendedor y con iniciativas, corporizado en los miembros de la familia Crooker.
La dedicatoria del libro advierte que éste es «doloroso pero saludable», ya que no calla críticas a una actitud de vida seguida a menudo por quienes buscan evadir la realidad, escapando de ella con alusiones y citas grandilocuentes que en realidad son pretextos para escapar de lo concreto y vivir lejos de lo cotidiano, a lo que muchos intelectuales descalifican.

La capacidad de Carlos Reyles como narrador se manifiesta en sus novelas posteriores.
El terruño está cercana al estilo narrativo del escritor y periodista español Ramón Pérez de Ayala (1880-1962), puesto de manifiesto en varias obras, entre ellas A.M.D.G., un texto que fuera muy cuestionado por sus críticas a la educación en la Compañía de Jesús, orden religiosa que tenía como lema «Ad Maiorem Dei Gloriam» (A la Mayor Gloria de Dios), en referencia a su sigla.
El terruño (1916), con prólogo del escritor uruguayo José Enrique Rodó (1871-1917), se refiere a la actitud del intelectual que no puede dejar de lado sus reflexiones. El prólogo de Rodó, autor entre otras obras de Ariel, dio un merecido respaldo a esta obra.
La escritora y crítica literaria uruguaya Sarah Bollo (1904-1987) sostuvo en su obra Carlos Reyles, publicada en 1975, que esta novela es la más genuina y ameri­cana de Reyles. En ella, sostiene, el personaje as un «falso intelectual que es también un al­ma decadente, aferrada a su yo enfermo, que prefiere derrumbarse en sus vuelo desorbitados antes que adaptarse a las posibilidades que se le presentan”, a lo que se agrega, dice, la tradición literaria del “menosprecio de corte y alabanza de aldea”, que se remonta al clasicismo.
En esta novela, que se desarrolla en un ambiente rural, Reyles se inspira en Don Quijote de la Mancha, la inmortal obra de Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616), con dos personajes centrales: Tocles, un idealista «desfacedor de entuertos», y su suegra Mamagela.
Sobre este segundo personaje, Zum Felde ensaya una descripción: «…un Sancho no tan simple como el escudero cervantino, sino con algo de la astucia práctica y benigna del Ama y del Cura, por el modo que encarna en su fortaleza matronil, el materialismo de la burguesía».

El gaucho Florido (1932) es una novela de Reyles ambientada en el mundo rural, que muy bien conocía ese autor, dando en el libro un especial protagonismo como escenario de los hechos a la estancia.
Florido es un personaje de la vida real, quien trabajó como peón de una de las estancias que tenía este autor. Reyles muestra en esta obra su conocimiento tanto del habla como de las costumbre del campo uruguayo. Muestra a Florido como un gaucho con fuertes sentimientos, pero con una dosis de violencia que le impide adaptarse a la nueva época de progreso para el agro.

El embrujo de Sevilla (1922), es una de las novelas más conocidas de Reyles, en la que pone de manifiesto su afecto y su compenetración con esa ciudad, sus costumbres y habitantes, incluyendo toreros y «bailaoras» y cantaores» del flamenco, mostrando lo hermoso de las costumbres y vida de este lugar, que sigue vigente a través del tiempo.
En esta obra muestra su conocimiento de este estilo de música y danza distintivo de la cultura gitana, así como del idioma caló, propio de esta cultura.
Esta obra está ambientada en 1898, año en que, según se señalara, España perdió a Cuba, su última colonia en América, mostrando el mundo de los cantaores y bailaores, en el café «El Tronío» de Sevilla, con personajes logrados, como la bailaora Pura y los cantaores Pitoche y Argüello.
A ellos se une Paco Quiñones, un personaje muy logrado de esta obra. Es un señorito que pasa una difícil situación económica, que lo lleva a la decisión de hacerse torero para salir de este problema, lo que intenta llegando a vivir aventuras junto con sus amigos Cuenca y «Tabardillo», el primero pintor y el segundo picador en las corridas de toros, a lo que une su profesión más rentable de anticuario.
Paco sufre la encrucijada de decidir entre dos amores: el de Pura y el de Pastora, quien había sido su novia pero a la cual el padre había prohibido esta relación, que las llamadas personas de bien en la época calificaban de inapropiado.
A esto se suma que Pura también está en una disyuntiva entre dos amores: Paco y Pitoche, este último su antiguo amante.
Finalmente, con una situación de tragedia, queda descartado el amor entre Paco y Pura, volviendo él a una situación sentimental con Pastora.
Este libro muestra la concepción social que destaca la función de los hombres de negocios, a lo que se une la división social en clases, manteniendo la escala jerárquica tradicional, apoyada en lo espiritual por la religiosidad popular, expresada en hechos masivos como procesiones y veneración de santos en la Iglesia Católica.

Su última novela fue A batallas de amor… campo de pluma, de publicación póstuma en Buenos Aires por Editorial Sopena (1939), pues este gran autor falleció el 24 de julio de 1938.

Ensayista y pensador

También Reyles cultivó el ensayo, con trabajos como La muerte del cisne, (1910). Ego sum (publicado póstumamente) y Arte de novelar, (1936).
En este trabajo expone su teoría de «los dos planos», ya que en primer lugar concibe las tesis a exponer y luego las toma en forma narrativamente, con lo que a un relato siguen exposiciones de ideas.

Sarah Bollo sostuvo:

“Reyles evolucionó de una tendencia materialis­ta del culto de la fuerza hacia una tendencia de comprensión y piedad basa­da en el culto de la dignidad humana».

Aunque las nuevas formas de la literatura latinoamericana y en especial el llamado “boom” de la década de 1960 hayan desviado la atención del público hacia otros temas, la obra de Reyles sigue vigente como muestra de una época en la sociedad, que supo mostrar con claridad y de manera asequible para los lectores. Varias editoriales publicaron sus obras, Fue uno de los autores de la prestigiosa Colección Austral, que por varias décadas impulsó Espasa Calpe, a partir de 1937, en formato de libro de bolsillo, permitiendo que la literatura llegara al público a bajo costo. Alberto Auné

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